martes, 11 de junio de 2013

Historia Breve de un largo adiós por Gina Marcella Jiménez

Historia breve de un largo adiós
Aún está en mí la maravilla y el asombro que nos causó el brillo de los ojos del tigre de Nepal, ese que nadie creyó que avistásemos en la fría noche del Himalaya. También en esa esfera de símbolos indescifrables están los gigantes pétreos de Meteora, las ruinas de Cartago, los laberintos de Benarés. Brilla en mi memoria el reflejo de la arena del desierto de Thar, los colores de los turbantes de Rajasthan, el Fuerte Dorado de Jaisalmer, la Mezquita de Alabastro de El Cairo. Ahí los hombres que he amado, las miradas, el sabor del vino, el sabor del agua salada del mar mediterráneo. Guardo en mi cuerpo la tibieza del Mar arábigo y la fascinación por las profundidades del Mar rojo. La complejidad que embarga mi vivir viene de Colombia, ese territorio que ha modelado mi carne, esa región a la que le debo la mirada y las manos de arcilla que tejen y entretejen fábulas. 
No hay tiempo para contar las historias vividas y si lo hubiera desconocería las palabras. Cuánto han visto mis ojos y cuánto aún sin ver. Mi cámara no registró lo que mi mirada alcanzó a percibir. Por ejemplo, no capturó lo sobrecogedor de aquel lugar, de aquella habitación en la que un haz de luz se colaba por una pequeña ventana, iluminando a una novia india cubierta con un manto rojo y dorado, rodeada de mujeres que entonaban melancólicos cantos de lamento por su partida. Tampoco captó la desolación, inmensidad y extraños espejismos de Chott El Djerid o lago salado del Djerid al suroeste de Túnez.
Tantos momentos que se desdibujan y ahora se pierden en el tiempo.
La vida me ha regalado estos años que he ido disipando en las travesías: en Colombia quedó mi inocencia, en la India está mi corazón, mi pasión en España, la serenidad está en México, en Egipto existe aún mi asombro. 
El Camino ha sido testigo de mis pasos errantes, la tierra es ancha y nunca he vacilado en recorrerla, más allá de los océanos, más allá de los confines, más allá de todas las naciones y de todas las creencias. Estoy hecha de ciertos territorios, de cierta arena, de cierto aire. El camino ha sido mi fe y mi creencia y en él me he mantenido. He añorado un hogar, sin embargo todo viajero sabe, en lo íntimo de su ser, que siempre será un andariego, un forastero, un huésped, y que cada día, por simple precaución, tiene que despedirse.

                                       Gina Marcella Jiménez Saavedra

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